lunes, 23 de mayo de 2011

Allá a donde vaya

Pura fachada. Es todo apariencia. En realidad, no hay ni un ápice de racionalidad. Y mira que lo intentan, que estas dos no se callan. Hablo de esas vocecillas, una en cada hombro, que pretenden hacerme creer que son mi conciencia. ¡Como si yo tuviera de eso! Total, que estas dos petardas se empeñan en decirme lo que está bien y lo que está mal. Y yo lo que hago es ponerme los cascos y subir la música. Así me va, que además de estar medio sorda, ando falta de moral.

Pienso que si prestase más atención, aprendería mucho más de cada lección, porque anda que no he tropezado veces ni nada con la misma piedra. El problema es que es tan pequeña que se cuela en mis zapatos y aunque no soy capaz de verla, molesta. Suerte que tengo suerte, valga la redundancia, ya que detrás de todos estos órdagos hay mucho farol. Espero que poniendo cara de no haber roto un plato en mi vida nadie se percate de los cortes que me ha hecho la cerámica.

En cualquier caso, me iré en menos que canta un gallo. Espera un momento; que me rodee tanto animal no quiere decir que esté en una granja. Cambiemos lo del gallo por dos telediarios y todo resuelto. Si consigo dejar de irme por las ramas, conseguiré decir que antes de salir por patas meteré a unos cuantos en mi equipaje para que sigan perdonando todas mis cagadas allá a donde vaya.

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