viernes, 16 de diciembre de 2011

Cantando bajo una lluvia de ideas

¡Ni que agarrar con fuerza un puñado de hojas vacías fuera el remedio para la vuelta de las ideas que, con el viento, me sacuden y abandonan, en su vaivén frenético, a lo largo de todo un día! Tampoco lo es apretar con fuerza el bolígrafo entre mis labios, mientras rebusco en mis bolsillos la historia que hace escasos segundos quería contar, y que ha traicionado de nuevo a mi humilde y desgastada memoria, llevándose todo el ingenio que hacía eco dentro de ella. Algunos considerarían pecado perder las luces que guían a una persona perdida, iluminando el camino que la lleva a conocerse a sí misma. Sin embargo, yo apuesto por las sorpresas; que sean los demás quienes me conozcan, que yo, bastante carga tengo ya con anotar todas mis ideas.

Soy una consumista, una derrochadora materialista que apuesta por el capitalismo de la marea blanca que es sacudida por una lluvia de tinta. Más dañinos que el granizo, se precipitan las palabras atropelladamente sobre el papel cuando el silencio llama. La inspiración es recelosa, y sólo acude a mi dulce canto cuando la soledad apremia. Desmereciendo la noche o el día, ella es la única que da cabida a mi disparatada imaginación.

Siento la imperante obligación de cumplir con el deber de valorar los frutos de mi destartalada creatividad; la obligación de cantar bajo la lluvia de ideas que me acosan sin piedad, a la espera de un garabato que las dé forma. Rellenar los huecos del papel, superar el temor a perder el interés, es un reto para los amantes de los bolígrafos, para los aficionados de las palabras como yo.

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