jueves, 10 de octubre de 2013

Hamlet en Nueva York

Mis párpados se despertaron de un profundo letargo en el que llevaba inmersa muchos años. Todo mi cuerpo, entumecido y perezoso, temblaba inconsolablemente, como el llanto de un niño. El frío de las calles acariciaba suavemente mi piel, suspirando con un ritmo constante pero muy tenue, tan débil como el ausente latido que ya no resonaba en mi pecho. Deslicé las yemas de mis dedos por el manto nevado que cubría aquél paseo empedrado, para atraer una débil copo a mis labios cortados, teñidos de la sangre que se derramaba bajo mi largo vestido. Ni mis ojos, ni mis manos, ni mi lengua fueron sintieron el dolor del frío que recorría todo mi cuerpo, palpitando entre mis venas, congelándome minuto a minuto, según caía la noche. Las luces del Empire State brillaban con más fuerza que antes; alcé mis ojos hasta el infinito de la oscuridad, hasta la fina línea que aquella torre que minutos antes se había convertido en mi prisión. Me imaginaba la pequeña cabecita que sobresalía por la barandilla, ayudada por esas manitas que habían rasgado mi bonito vestido en un vano intento por atarme a la vida. Aún retumbaban en mi interior las palabras de ese niño, escritas en las paredes de mi corazón, que susurraban deseos que yo jamás podría cumplir. Me esforcé por retener la mirada de ese niño, antes de que la muerte me lo arrebatara: esos pequeños ojos almendrados, vacíos, ausentes, moribundos, me habían recordado tanto a Hamlet como las agudas palabras que se desprendían atropelladamente por su boquita, intentando camuflar una disculpa bajo la apariencia de una súplica. Una marea de recuerdos me golpeó al intentar huir de aquél lugar: llanto, risa, miedo, curiosidad, amor e infinito dolor, un dolor intenso que huyó con mi último suspiro.

Ofelia, de John Everett Milliais

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Gracias por comentar. Siéntete libre de expresar lo que sientas, a fin de que pueda mejorar el contenido que publico en la web. ¿Quieres continuar una historia? Adelante, mi blog es tu blog.