martes, 3 de diciembre de 2013

Ese sitio del bosque

Cuando se sentía intranquila, angustiada por un temor indefinible y desconocido para la gran mayoría, pero latente bajo los poros de su piel, se agarraba a la soledad de su casa con tanta fuerza que al final caía rendida por la tensión. Al abrigo del sueño y del frío, a veces se zambullía en eternas pesadillas de las que nada recordaba, salvo la horrible sensación de seguir haciendo algo mal día tras día. El sudor frío calaba sus frágiles huesos cada vez que salía a la calle a deambular por la ciudad desierta. De vez en cuando cruzaba dos o tres palabras con algún conocido que se detenía frente a sus diminutos pies, pero ninguna conversación tenía la fuerza suficiente para evadir su mente de aquél efímero y pasajero mundo que ella creía haberse inventado. Inventado no sólo por el surrealismo de sus recuerdos, sino también por los constantes déjà vu que le atropellaban al cruzar la acera. Así pasaban sus noches acabadas en un sol radiante que no la dejaba ver ni dónde se estaba metiendo. 

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